Por Julián Salinas
Tomado de: LA NACIÓN (Costa Rica)
A propósito del comentario de don Manuel Enrique Hinds, uno de los principales defensores y promotores de la dolarización en El Salvador que se implementa en el año 2001; cuya opinión fue publicada en este medio el 10 de junio pasado sobre los beneficios de la dolarización; el cual presentó argumentos que para algunos podrían considerarse convincentes; pero esa realidad para los salvadoreños está lejos de ser evidente.
A continuación refuto algunas de las ideas apelando al debate democrático que los costarricenses deben presenciar para no repetir los mismos errores.
Datos cuestionables. El Salvador ha mostrado una tendencia estructural hacia bajas tasas inflacionarias. El señor Hinds compara la inflación de Latinoamérica con la Salvadoreña; pero las economías son muy diversas y sus datos cuestionables, lo cierto es que los precios crecieron más después de la dolarización (en 1999, previo a la dolarización, El Salvador ocupaba la posición 32 de los países con inflación más baja en el mundo y en 2008 ocupó la 52, es decir creció).
Considerando datos del banco Central de Reserva, la tasa de interés básica activa ciertamente se redujo después de dolarizar, para préstamos de hasta un año plazo, pasó de 10,7% para el 2000 a 7,1% para el 2002; pero esta reducción se trasladó hacia los ahorrantes garantizando que la banca no perdiera, de manera que el diferencial de tasas, es decir el spread bancario, prácticamente se mantuvo. Fue así cómo la tasa de interés básica pasiva se redujo en igual proporción que la activa (pasó de 6,7% en el 2000 a 3,6% en 2002), desincentivando así el ahorro privado, situación que también explica los bajos niveles de ahorros en el país.
Es imposible que se cumpla lo afirmado por don Hinds: “los prestatarios privados se ahorraron $3.000 millones en pagos de intereses”, es una cifra exagerada y poco sustentable. Equivalente a 10 años de inversión extranjera directa y a un año de ingresos por remesas familiares, valga mencionar inclusive, que la tasa básica activa en 2009 ha llegado casi a los mismos niveles que antes de dolarizar.
El Banco Mundial reporta que en 2003 el 44% de las empresas utilizó financiamiento bancario para realizar inversión; mientras que en 2006 tan solo el 17% dependía de la banca para financiarla. Esto es compatible con la estructura de créditos en el país, pues posterior a la dolarización es notorio un excesivo crecimiento de los créditos de consumo y comercio, en detrimento de aquellos orientados hacia la producción y vivienda; en 2006 se contabilizó un déficit de vivienda de 545.000 afectando al 40% de la población, concluyéndose que la dolarización no mejoró el acceso a vivienda.
Según datos del Banco Mundial, en 2001 El Salvador (iniciando la dolarización) ocupó la posición 35 de 168 países con la tasa de inversión como proporción del PIB más baja del mundo; mientras que en 2008 ocupó la novena posición, un deterioro muy evidente. Por último mencionar que las exportaciones, no se han incentivado, en el año 2000 El Salvador ocupó la posición 61 de las exportaciones como proporción del PIB más bajas a nivel mundial; y en 2008 tuvo la posición 38, una pérdida de promoción exportadora considerable.
Discusión ética. Además de una discusión técnica también debe existir una discusión ética: la dolarización ¿para quién? El economista Héctor Vidal (muy reconocido en El Salvador) sostuvo en una entrevista de enero de 2006 que: “la decisión de dolarización respondía a intereses de un sector privilegiado, es por ello que esta imposición no fue discutida para crear un consenso y fue vendida como una propuesta que mejoraría la situación financiera de los salvadoreños”, estos argumentos son muy convincentes dado que la banca salvadoreña y los sectores importadores fueron los más beneficiados con esta decisión, en detrimento de la economía familiar.
En la encuesta más prestigiosa de El Salvador (de la Universidad UCA) realizada en el año 2007 se encontró que el 50.3% de los salvadoreños/as atribuye a la dolarización el aumento del costo de la vida.
El balance si se lo preguntan a las familias salvadoreñas diferirá significativamente de lo planteado por los sectores que impulsaron la dolarización, ambos persiguen intereses diferentes, pero al menos Costa Rica tiene el derecho que a los salvadoreños nos fue negado, el derecho de decidir y debatir sobre un tema trascendental para el país.
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